En realidad reconozco que me es muy dificil trabajar con
otros arquitectos, porque la idea primigenia de cualquier desarrollo humano y
la Arquitectura es uno de ellos, siempre parte de un único cerebro y es muy
difícil encontrar otra persona con similares inquietudes o ideas. En
general, cuando por circunstancias he tenido que hacerlo, unas veces acepto la
idea primera de mi compañero y todo lo más intento ayudar reforzándola,
entendiéndola y procurando desarrollarla y otras veces sólo pido a mi compañero
que sobre mi idea haga lo mismo, en resumidas cuentas, entiendo que uno es el
elemento motor y los demás pueden ser colaboradores en desarrollo de esa idea.
Lo contrario siempre, bajo cualquier circunstancia deviene en desastre.
El Plan Parcial de Macondo en Cáceres puede ser un paradigma
casi de lo contrario que acabo de exponer. El trabajo se nos encargó a mi buen
amigo y extraordinario profesional Miguel Madera y a mi y desde el principio
entendí que aquello podía suponer una enorme dificultad. Sin embargo, fuimos
capaces de desarrollar a costa de tardes enteras de mera charla fundamentada en
análisis filosóficos sobre el asunto que nos habían encargado, de llegar a
acuerdos sobre los que ambos nos posicionamos poco a poco. Unas veces uno podía
llegar a entender el punto de vista del otro y los aceptaba y otras se trataba
de defender una línea roja infranqueable.
Comprendimos que el diseño urbano debería ser lo más libre
posible, estableciendo las condiciones mínimas para hacer factible el
desarrollo, las comunicaciones, el disfrute de las zonas libres, los paseos
peatonales y con respecto a los futuribles edificios a desarrollar, establecer
las mínimas condiciones como para hacer factible el conjunto urbano, bajo
normas superiores infranqueables, pero buscando todos los grados de libertad
posible que nos permitían esas brutales normas urbanísticas que había que
cumplir.
El resultado es el Polígono de Macondo en Cáceres en el que
en medio de grandes parcelas y con un par de condiciones apenas, alturas y
edificabilidad, los futuros compañeros que proyectasen los edificios podían
desarrollar la arquitectura que quisieran, pudieran o su cerebro fuera capaz de
generar.
Tiempo después, y a modo de anécdotas sobre el desarrollo
del polígono hube de diseñar uno de los primeros bloques, presentamos en el
Ayuntamiento el Proyecto y tras tres meses sin comunicación alguna por parte de
los técnicos municipales, me puse en contacto con ellos. Me indicaba el técnico
que como no encontraba en el Plan parámetros habituales en otros planes, como
el fondo edificable máximo, las alineaciones obligatorias y demás estupideces
habituales, que no sabía qué contestar. Mi respuesta fue: “- a lo mejor es que
si no están esas definiciones en el Plan es que no existen en este ámbito”, o
de otra forma, que lo que la norma no impone es que no existe como mandato, es
decir que es libre totalmente uno de disponer la edificación desntro de
aquellas parcelas. Con un corto escrito por mi parte se obtuvo licencia de obras,
si no es por esta charla, aún el técnico andaría perdido entre sus neuronas
colectivizadoras y reguladoras de lo no regulado.
El nombre del polígono es idea de Miguel y está basado en el
de la mítica ciudad de la novela Cien años de soledad de García Marquez.
También a modo de anécdota, un buen día se me presenta en mi despacho un agente
de la propiedad inmobiliaria para indicarme que la propiedad la había encargado
la venta de uno de los bloques que diseñé allí y me dijo:
-
Cuando ví el nombre del polígono, pensé que
tenía que hacer lo indecible para vender yo este edificio, mi agencia se llama
Inmobiliaria García Márquez…
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